La gente confunde aceptar con acoger. No tiene nada que ver lo uno con lo otro.
Aceptar está en la línea del comprender. Comprender significa eso: comprender, abarcar, medir, por completo una persona. Con frecuencia reducimos las personas a puras caricaturas, identificamos, resumimos, definimos, una persona por un defecto, perdiendo la vista de conjunto, poco menos que suponiendo que esa persona es ese defecto.
Se trata en la aceptación y en la comprensión; se trata de analizar la persona en sí misma, y desde ella misma, lo más objetivamente posible, y, sobre todo, lo más completamente, rodeándola en una visión de conjunto.Sucede muchas veces que miramos al otro a través del prisma de prejuicios emocionales: antipatías, rivalidades, proyecciones subjetivas, historias pasadas, y así, nuestra visión del esa persona queda enteramente deformada.
Se olvida que cada persona es una experiencia única e irrepetible. El otro casi siempre es un desconocido y por desconocido, incomprendido, y por incomprendido, no es aceptado. Y así se originan los conflictos con él.
El aceptar está, pues, en esta línea, y significa esto: yo admito que el otro sea tal y como es, tan diferente ami o tan parecido, con un numero de defectos que, por cierto, el no escogió.
Si yo misma, por mucho que lo desee, no puedo agregar ni un simple centímetro a mi estatura, entonces, ¿Por qué querer añadirselo al otro? Si yo me acepto tal y como soy, entonces aceptaré al otro tal y como verdaderamente es.
Hay también variedad de carismas: unos son activos, otros contemplativos, unos valen para enseñar, otros para organizar. Hay también diferentes mentalidades. Una es la mentalidad conservadora, mentalidad progresista. A unos les parece que lo urgente es solucionar el hambre del estómago. A otros les parece que lo primario es solucionar el hambre del corazón.